Sobre el cuerpo de las mujeres


• "Los severos comentarios acerca de la aceptabilidad del cuerpo crean una nación de altas muchachas encorvadas, mujeres bajitas sobre zancos, mujeres voluminosas vestidas como de luto, mujeres muy delgadas empeñadas en hincharse como víboras y toda una serie de mujeres disfrazadas. Destruir la cohesión instintiva de una mujer de su cuerpo natural la priva de su confianza, la induce a preguntarse si es o no una buena persona y a basar el valor que ella misma se atribuye no en quien es sino en lo que parece. La obliga a emplear su energía en preocuparse por la cantidad de alimento que ha comido o las lecturas de la báscula y las medidas de la cinta métrica. La obliga a preocuparse y colorea todo lo que hace, planifica y espera. En el mundo instintivo es impensable que una mujer viva de esta manera preocupada por su aspecto.
Es absolutamente lógico que una mujer se mantenga sana y fuerte y que procure alimentar su cuerpo lo mejor que pueda. Pero no tengo mas remedio que reconocer que en el interior de muchas mujeres hay una “hambrienta”. Sin embargo, más que hambrienta de poseer un cierto tamaño, una cierta forma o estatura o de encajar con un determinado estereotipo, las mujeres están hambrientas de recibir una consideración básica por parte de la cultura que las rodea. La “hambrienta” del interior esta deseando ser tratada con respeto, ser aceptada y, por lo menos, ser acogida sin necesidad de que encaje en un estereotipo. Si existe realmente una mujer que esta “pidiendo a gritos salir”, lo que pide a gritos es que terminen las irrespetuosas proyecciones de otras personas sobre su cuerpo, su rostro y su edad.
La patologización de la variedad de los cuerpos femeninos es un arraigado prejuicio compartido por muchos teóricos de la psicología y con toda certeza por Freud. En su libro sobre su padre Sigmund, por ejemplo, Martin Freud explica que toda su familia despreciaba y ridiculizaba a las personas gruesas. Los motivos de las opiniones de Freud rebasan el motivo de este libro; no obstante, cuesta entender que semejante actitud pudiera corresponder a una opinión equilibrada acerca de los cuerpos femeninos.
Baste señalar, sin embargo, que distintos psicó9logos siguen trasmitiendo este prejuicio contra el cuerpo natural y animan a las mujeres a controlar constantemente su cuerpo, privándolas con ellos de unas mejores y más profundas relaciones con las formas que han recibido. La angustia acerca del cuerpo priva a la mujer de buena parte de su vida creativa y le impide prestar atención a otras cosas.
Esta invitación a esculpir el cuerpo es extremadamente parecida a la tarea de desterronar, quemar , eliminar las capas de carne de la tierra hasta dejarla en los huesos. Cuando hay una herida en la psique y el cuerpo de las mujeres, hay una correspondiente herida en el mismo lugar de la cultura y, en último extremo, en la propia naturaleza. En una auténtica psicología, todos los mundos se consideran interdependientes, no entidades separadas. No es de extrañar que en nuestra cultura se plantee la cuestión del modelado del cuerpo natural de la mujer y se plantee la correspondiente cuestión del modelado del paisaje y también de algunos sectores de la cultura para su adaptación a la moda. Aunque no esté en las manos de la mujer impedir la disección de la cultura y de las tierras de la noche a la mañana, sí puede evitar hacer lo mismo en su cuerpo.
La naturaleza salvaje jamás abogaría por la tortura del cuerpo, la cultura o la tierra. La naturaleza salvaje jamás accedería a vulnerar su forma para demostrar valor, dominio y carácter o para ser mas visualmente agradable o mas valiosa desde el punto de vista económico.
Una mujer no puede conseguir que la cultura adquiera más consciencia diciéndole: Cambia. Pero puede cambiar su propia actitud hacia sí misma y hacer que las proyecciones despectivas le resbalen. Eso se consigue recuperando el propio cuerpo, conservando la alegría del cuerpo natural, rechazando la conocida quimera según la cual la felicidad solo se otorga a quienes poseen cierta configuración o edad, actuando con decisión y de inmediato recuperando la verdadera vida y viviendo a tope. Esta dinámica autoaceptación y autoestima son los medios con los cuales se pueden empezar a cambiar las actitudes de la cultura. "Mujeres que corren con los lobos" de Clarissa Pinkola. Pags219,220.

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